1. Características generales del
producto
El “producto” con el que tratamos aquí –la educación
universitaria de pregrado– tiene características que lo hacen muy diferente a
campos más estrictamente económicos. Tratamos aquí no con una mercancía
cualquiera, sino con un bien cultural de fuerte componente simbólico. Por una
parte, el título universitario es la principal forma de capital cultural
institucionalizado y constituye, por tanto, un determinante del posicionamiento
de los individuos y de sus familias en el espacio social. Por otra parte, la
educación universitaria, para aquellos que acceden a ella, constituye un elemento
decisivo de la trayectoria vital individual y familiar. La profesión define en
gran parte la identidad en la vida adulta, y el éxito o el fracaso profesional
suele atribuirse en buena medida a la educación recibida en la universidad. Es
posible, pues, hablar, de una “mitología” de la universidad.
La fuerte carga de sentido se expresa en la gravedad que las
familias suelen atribuir a la decisión de elegir una carrera, dado determinado
horizonte de opciones. Hay carreras que se consideran más distinguidas que
otras, aunque esto cambia según el individuo y su espacio familiar. Pero
también, y esto es lo que nos interesa aquí, existen universidades más
distinguidas que otras. Aquí es posible postular una relación entre la posición
de clase y la significación subjetiva que le otorga el cliente a la educación
universitaria, por un lado, y el prestigio que posee una universidad dentro del
campo, por otro. En otras palabras, la lucha por el prestigio que se da en el
mercado universitario busca sintonizarse y captar tanto los recursos objetivos
como las disposiciones subjetivas de los clientes.
2. Estructura del campo de las carreras de pregrado en Chile
a) Capital financiero
Una primera diferenciación clara entre los agentes del campo
se encuentra en sus volúmenes de capital
financiero. De acuerdo con el informe sobre el estado financiero de las
universidades realizado en 2011 por el Ministerio de Educación, las diez
universidades con mayores ingresos operacionales por alumno son las siguientes:
Instituciones
|
Ingreso operacional por alumno (MM$)
|
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA
DE CHILE*
|
12,1
|
UNIVERSIDAD DE CHILE*
|
9,6
|
UNIVERSIDAD DE ATACAMA*
|
8,5
|
UNIVERSIDAD DE LOS ANDES
|
5,8
|
UNIVERSIDAD ADOLFO IBÁÑEZ
|
4,9
|
UNIVERSIDAD AUSTRAL DE CHILE*
|
4,8
|
UNIVERSIDAD TECNOLOGICA DE
CHILE INACAP
|
4,6
|
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA
DE VALPARAISO*
|
4,4
|
UNIVERSIDAD DEL DESARROLLO
|
4,2
|
UNIVERSIDAD FINIS TERRAE
|
4,1
|
*Universidades CRUCH
Fuente: Ministerio de
Educación, 2011. Estados financieros de las universidades. Segunda entrega
No obstante, existen diferencias importantes en términos de
las fuentes de ingreso. Cinco de las instituciones de la lista anterior
pertenecen al Consejo de Rectores de Universidades Chilenas (CRUCH). A
diferencia de las universidades del llamado “sistema privado”, sus ingresos son
menos dependientes de los aranceles de pregrado. Para el total de las
universidades del CRUCH, estos aranceles representan el 42% de sus ingresos,
mientras para las otras universidades constituye el 79%. La diferencia radica
en tres rubros: 1) aportes basales y fondos concursables del Estado (el 98% es
para las instituciones del CRUCH); 2) donaciones (69% para universidades CRUCH)
y 3) las prestaciones de servicios.
Estructura de ingresos operacionales
Universidades CRUCH
|
Universidad privada
|
Total general
|
|
Aportes Basales y Fondos
Concursables
|
294.551
|
5.331
|
299.883
|
Aranceles de Pregrado
|
609.792
|
780.286
|
1.390.078
|
Aranceles de Postgrado
|
55.073
|
52.299
|
107.373
|
Donaciones
|
30.446
|
13.617
|
44.062
|
Ingresos de cursos y
programas de extensión
|
49.723
|
31.517
|
81.240
|
Prestaciones de servicios
|
294.393
|
64.791
|
359.183
|
Otros ingresos
|
103.527
|
39.671
|
143.198
|
Total general
|
1.437.505
|
987.513
|
2.425.017
|
Fuente:
Ministerio de Educación, 2011. Estados financieros de las universidades.
Segunda entrega
Las universidades con mayores aportes basales y fondos
concursables son: en primer lugar, la Universidad de Chile, que, en su calidad
de universidad pública, recibe el 20% de estos fondos; en segundo lugar la
Pontificia Universidad Católica de Chile; en tercer lugar la Universidad de
Concepción; y en cuarto lugar, la Pontificia Universidad Católica de
Valparaíso.
En lo que se refiere a los ingresos por prestación de
servicios, el 80% de ingresos al sistema universitario por este concepto
corresponde a dos instituciones: Pontificia Universidad Católica de Chile (52%
del total) y Universidad de Chile (27% del total). Les siguen en importancia la
Universidad Tecnológica de Chile, la Universidad Técnica Federico Santa María y
la Universidad de Concepción.
A partir de estos datos, podemos observar que en términos de
volumen de capital financiero, las posiciones dominantes están compartidas
tanto por universidades tradicionales como por universidades del “sistema
privado”. Estas últimas están bien posicionadas en el mercado de la matrícula tanto
de pregrado como postgrado, y en este rubro suponen una importante competencia
para las universidades tradicionales. Sin embargo, las instituciones que
pertenecen al CRUCH mantienen una posición de ventaja financiera por su acceso
privilegiado a dos rubros: fondos basales y concursables, y prestación de
servicios. La situación del primer rubro, de lejos el más importante, está
directamente vinculada a las reglas de juego definidas desde el Estado: la
diferencia entre universidades públicas y privadas, y la diferencia entre
universidades que pertenecen al CRUCH y las que no pertenecen. La ventaja en
términos de prestación de servicios está ligada, en cambio, a diferencias de infraestructura,
el tipo de carreras que se oferta y las capacidades de investigación (capital
tecnológico), así como sus vínculos con mercados distintos al universitario
(por ejemplo, el mercado de la salud).
Respecto del rubro de donaciones, las dos principales universidades
del CRUCH (Pontificia Universidad Católica de Chile y Universidad de Chile) se
encuentran entre las instituciones que más donaciones reciben. Sin embargo,
este también es un aspecto en el que universidades del “sistema privado”
compiten con las tradicionales. La Universidad de los Andes fue en 2013 la
institución que mayores donaciones recibió, por encima de la Pontificia
Universidad Católica de Chile. La Universidad del Desarrollo ocupó, en cambio,
el tercer lugar, por encima de la Universidad de Chile[1]. Las
capacidades diferenciadas de acceso a donaciones puede atribuirse, en parte a
diferencias en antigüedad y prestigio (capital simbólico), en el que las
universidades tradicionales llevan la ventaja; pero la causa directa está en el
capital social de las universidades, es decir, en sus vínculos con grupos
empresariales, redes de ex alumnos y también grupos religiosos.
b) Capital comercial
El capital comercial de empresas dedicadas a servicios está
constituido principalmente por las capacidades de marketing. Sin embargo, existe aquí una importante peculiaridad. El
peso que una universidad le concede al ámbito de comercialización de su “producto”
no es necesariamente indicador de una posición dominante en el campo, más bien
ocurre lo contrario. A pesar de que las teorías y prácticas del management han penetrado con fuerza en
las universidades, el “producto” no puede mostrarse directamente como mercancía
y las instituciones no pueden presentarse a sí mismas como meros negocios, en
razón de su peculiar carga simbólica. Esto se vincula también con la especial
importancia que tiene el prestigio en el mercado universitario, y con el
habitus académico que pone énfasis en la reputación a partir de criterios propiamente
académicos.
Todas las universidades tienen múltiples estrategias
comerciales, como la participación en ferias educacionales, las visitas a
colegios, la impresión y distribución de folletos, la presencia en Internet, la
presencia en espacios no publicitarios de los medios, etc. (Wörner, 2012: 4).
Igualmente, todas poseen sus estrategias de imagen institucional y de “posicionamiento
de marca”. Sin embargo, los datos de inversión en publicidad de medios
confirman la tesis planteada más arriba. Hay universidades que invierten poco
en publicidad: por un lado, las de provincia, y, por otro, las del CRUCH. Las
universidades que realizan el mayor gasto en publicidad son las de menor
prestigio: el grupo de universidades clasificadas como “universidades docentes
no selectivas de tamaño mayor” invierte 37,54% del total de publicidad del
sistema universitario, mientras el grupo de “universidades de investigación”
invierte solo el 11,41% (Wörner, 2012: 10).
c) Capital simbólico
Existen varios elementos que sirven como indicadores del
prestigio de las universidades, y que son de especial importancia en las luchas
al interior de este campo particular. De acuerdo con Brunner, los análisis
económicos y sociológicos de los mercados universitarios concuerdan en que la
competencia por prestigio es la regla que guía el comportamiento de las
instituciones (Brunner, 2007: 111). Al prestigio contribuyen varios elementos,
como la existencia de programas de postgrado, la investigación y las
publicaciones (que en sí mismos constituyen otros mercados, pero que pueden
considerarse también estrategias para atraer estudiantes), la calidad de los
profesores y estudiantes, etc., elementos que se hallan todos relacionados
entre sí (Brunner, 2002: 128).
Existen, no obstante, ciertos símbolos de prestigio que condensan
el capital simbólico, y que pueden comunicarse con facilidad en el espacio de
los consumidores. Un primer elemento es la antigüedad, la cual no solamente
ejerce simbólicamente, sino que está institucionalizada en la existencia misma
CRUCH, incluso, como hemos visto, con consecuencias directamente financieras.
Junto a este elemento más tradicional de antigüedad, existen
mecanismos institucionalizados que se utilizan para “medir” la calidad de las
universidades, pero que en la práctica fungen como símbolos de prestigio que
circulan en el mercado universitario. El más importante de estos mecanismos son
los rankings de universidades. Un
campo económico en sí mismo, las empresas de ranking se han convertido a nivel mundial en importantes actores de
los sistemas universitarios; podríamos decir que las difusiones de rankings sustituyen la necesidad de
publicidad para aquellas universidades bien posicionadas.
Uno de los rankings internacionales
más importantes es el QS, que desde 2011 publica una lista de universidades
latinoamericanas. En el 2014, la Pontificia Universidad Católica de Chile ocupó
el primer lugar, y la Universidad de Chile, el sexto. Solo la Universidad de
Concepción (puesto 12), la Universidad de Santiago de Chile (puesto 16) y la
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (puesto 29) son otras universidades
chilenas que están en los treinta primeros puestos. Universidades del sistema
privado aparecen recién en el puesto 52 (Adolfo Ibáñez), 66 (Diego Portales) y
80 (Los Andes)[2].
Podemos afirmar, en consecuencia, que este tipo de rankings refuerza enormemente la posición dominante de las
universidades tradicionales en términos de prestigio, sobre todo de la
Universidad Católica y la Universidad de Chile.
Finalmente, en el sistema universitario chileno es de gran
importancia el hecho de que no se compite simplemente por estudiantes, sino por
buenos estudiantes, es decir, con puntajes altos en las Pruebas de Selección
Universitaria (PSU). La captura de buenos estudiantes conlleva el incremento
del prestigio, y por lo tanto, la atracción de nuevos buenos estudiantes. Hay
que añadir, además, que esto tiene un efecto financiero a través del aporte
fiscal indirecto (AFI) que reciben las universidades por parte del Estado de
acuerdo con el ingreso de estudiantes de puntajes altos. En este sentido, atraer a los mejores estudiantes es
cuestión de prestigio y también directamente una cuestión económica (Wörner,
2012: 3).